[…] – Vayámonos, mi niña
Mariana seguía intentando comunicarse con la tíctil. Finalmente después de varios minutos esperando alguna reacción de la anciana, Mariana se rindió e hizo caso a Beatriz. Justo después de que las mujeres se fueran de la escena con la tíctil, esta pronunció sin dificultad apara rente una palabras en castellano.
- Sígueme, muchacha
Mariana la siguió sin pronunciar ninguna palabra pero Beatriz se quedó allí mirando hacía donde iban las otras dos. La tíctil guió a Mariana por la casa y le dio una mariposa disecada en un marco. Con esto Mariana recordaría para siempre a Miguel y maravilloso lugar de las mariposas
- Muchas gracias, de verdad – dijo la joven mirando a los ojos a la anciana
Esta respondió asintiendo a Mariana.
- Venga, Mariana, vamos – le dijo Beatriz.
Las dos castellanas se fueron a hablar con Luis para saber cuando sería la partida del barco. El ayudante del rey respondió que sería esa misma noche así que ya podían acabar de hacer las maletas.
Mariana quería tener un último día tranquilo en el Nuevo Mundo pero lamentablemente no pudo ser así debido a unos extraños mareos que empezó a tener después de la comida. Con el paso del tiempo estos mareos se transformaron en vómitos.
- No estás para viajar, hermana.
- Pero debo irme de este lugar, estar aquí es lo que me está provocando esto. Por favor hermano, te lo suplico, dejame marchar.
- Es muy arriesgado y tú lo sabes
- Pero nuestro padre está solo en Medina de Rioseco y yo debo ir allí. Dejame ir hermano
- De acuerdo – cedió Luis – pero antes de partir bébete esto que te aliviara los mareos.
Cuando el extraño líquido se deslizó por la garganta de Mariana, la joven sintió como la bebida le producía un ardor por el esófago. No le despertaba ningún interés saber que tipo de bebida era, solo quería salir de ese lugar cuanto antes para aliviar sus mareos.
Luis, Mariana, Beatriz y fray Diego fueron al puerto y subieron al barco. Una vez el navío hubo salido de mar, Mariana se sintió aliviada interiormente aunque seguía sintiendo leves mareos. Por su parte, Luis no sintió ningún mareo como el la ida. Esto, sin embargo, fue cambiando con el paso del tiempo y finalmente volvió a la misma situación que en la ida hacía el Nuevo Mundo, es decir, muy mareado, con la piel muy pálida y con nauseas.
Esta situación de Luis impidió que pudiera ver como evolucionaba su hermana después de los mareos y vómitos en tierra. Mariana se mantenía bastante bien aunque tuvo que ir a vomitar un par de veces. Estos vómitos hicieron sospechar a Beatriz de un posible embarazo de la joven.
- No lo creo – le comentó Mariana – esto es debido a estar en el Nuevo Mundo, ese lugar estaba siendo fatal para mí. Esto se ha unido con la pesadez de un viaje tan largo como este.
La barriga de Mariana fue creciendo de volumen y ratificó la teoria de Beatriz. Las dos sabían que eso no podía ser descubierto por Luis así que aprovecharon que éste estaba enfermo para disimular la barriga de la joven haciendo ver al hermano de la joven que había comido mucho. Como el hermano no estaba para comprobar si estaba embarazada lo dio como bueno.
El viaje tocaba ya a su fin y con ello llegaba también la recuperación paulatina de Luis. Poco a poco fue recuperando su color de la piel y dejando atrás los mareos y las náuseas.
- Ya entramos en Sevilla – anunció el capitán del barco.
- ¿Cómo te encuentras Mariana? – dijo Luis a Mariana por primera vez desde que salieron del nuevo Mundo ya que durante el viaje no tuvo que estar más pendiente de su salud que la de su hermana.
- Bien, ya no estoy mareada – mintió Mariana porque sabía que su hermano también empezaría a sospechar del futuro bebé.
- ¿Seguro? No tienes buen aspecto…
- Sí, hermano de verdad estoy bien sólo que me estoy recuperando porque hace unas semanas todavía tenía algunos mareos.
Después de haber bajado subieron a un carro que los llevaría a Madrid, lugar de la Corte Real desde hacía bien poco. Allí se quedaría Luis y fray Diego acompañaría a las jóvenes hasta Medina de Rioseco ya que para su juicio aun quedaba mucho tiempo y Landa se quedaría en casa de los Enríquez.
El viaje fue bastante placentero dentro de lo que podía haber sido para Mariana porque Luis no era muy hablador y fray Diego se encontraba pensativo. Una vez llegaron a Madrid, las jóvenes y el fraile se despidieron del primogénito de la familia Enríquez.
En el trayecto de Madrid a Medina de Rioseco, Mariana y Beatriz decidieron contar a fray Diego el secreto porque ya llegaba un momento que era imposible ocultar la realidad. Evidentemente, en un principio el escándalo del religioso fue máximo pero Beatriz consiguió que el enfado le pasara un poco al religioso porque dijo que el Almirante ya ayudaría a su hija en las tareas de cuidar al niño. Eso sin embargo no acabó no el enfado del fraile ya que propuso que Mariana se hiciera monja.
- De ninguna manera voy a ser monja
- Es la única opción que te queda para mantener la honra
- Según mi opinión mi honra está impoluta.
- Mira niña, ¡o te haces monja o le dijo a toda Medina de Rioseco que tienes un bebé sin estar casada!
- Si haces eso entonces yo declararé en tu contra en el juicio – respondió Mariana con una sonrisa maliciosa.
Finalmente, Diego de Landa cedió ante ese último chantaje y prometió no contárselo a nadie a excepción del Almirante.
La llegada de Mariana a Medina de Rioseco fue una de las cosas que estaba esperando con más ilusión a lo largo de los últimos cuatro meses. Al entrar el palacio del Almirante se quedó sorprendida por el silencio que reinaba. Pudieron encontrar al Almirante trabajando durmiendo en su cama. Don Luis se encontraba muy viejo porque presentaba una cara cansada y arrugada. El ruido creado por los recién llegados provocó que el Almirante se despertara y sonriera al ver a su hija delante de él.